martes, 16 de diciembre de 2014

El éxito escolar de los alumnos y los buenos "apetitos" de su voluntad. La recta pleonexía.


Para que los alumnos den de sí académicamente lo mejor, ¿en qué debemos centrar, más que en nada, nuestra atención? ¿qué es, entre lo importante, lo más importante de todo?



Por un lado, Prometeo. Quiso y pudo. Primero planeó y luego logró sustraer a Apolo el fuego sagrado de los dioses, para remediar con el ingenio de la técnica la imprevisión -de dramáticas consecuencias- de su hermano Epimeteo, quien en el reparto a los seres vivos de las cualidades con las que salir adelante en la vida, dejó al hombre muy desprovisto y mal parado.


Por otro lado, Sísifo. Quiso y no pudo. Le fue imposible aupar la gigantesca piedra que fatalmente cargaba sobre los hombros hasta la cima de la escarpada ladera en la que los mismos dioses que le habían dado el don de la inmortalidad -no sufrir el descanso de los muertos- lo habían castigado a no gozar jamás del descanso de los vivos.



A este desnivel, entre lo que el hombre quiere y lo que de veras puede, representado por las figuras de Prometeo y de Sísifo, el filósofo Günther Anders lo llamó "desnivel prometeico".


En educación, a quien acepta el subversivo dicho de Blondel -la voluntad queriente siempre es mayor que el objeto querido: es decir, nunca estamos del todo satisfecho con los que somos: siempre estamos en disposición de ir a más y de ser mejores-, le resultará muy difícil admitir que a un alumno no le quede margen posible de mejora.


Escolarmente, de lo más grave que le puede suceder a un alumno es que su voluntad esté “creciendo” desaviada de hambre de lo mejor, de afán de superación, de empeño utópico, de inteligencia creadora



Para conseguir que un alumno asuma el intransferible protagonismo de su propio proceso de aprendizaje, además de educarlo en la cultura del esfuerzo, sus padres y educadores han de saber nutrir su voluntad con intensos apetitos de bondad, de verdad y de belleza, para que sea él mismo el que -instado por el vigor de su voluntad- aspire a su personal excelencia:


El artesanal cultivo de la voluntad, tan temprana y hondamente arraigada en el arcano mundo emocional del alumno, quizás sea la mejor pedagogía para lograr la mayor mengua posible de ese "desnivel prometeico", que decía Günther Anders, hay entre lo que uno quiere y lo que uno, de veras, puede.

Desde que su "mundo" es la así llamada sociedad de consumo, el hombre ha dejado de ser el "animal indigente" (animalia indigentia) que el olvidadizo Epimeteo le forzó a ser. En efecto, se da ahora la desconcertante paradoja, muy al pesar de la insaciable sociedad de consumo, de que el hombre es “demasiado rico”, al menos en ciertas latitudes.


Pero es tan vergonzosamente “poco” lo que el hombre puede llegar a necesitar en comparación con lo que la sociedad de consumo le instan a tener, que ésta se ha puesto expertamente manos a la obra, procurando que todos, desde pequeños, incurran en estado de pleonexía: esto es, de “excitación” del apetito.

Pero no de un apetito ávido de eso que es el mejor antídoto contra el "desnivel prometeico”. Es decir, la excitación de un deseo ávido de verdad, de bondad y de belleza; un deseo anhelante de lo mejor; un deseo aviado de afán de superación; un deseo provisto de empeño utópico; un deseo dotado de inteligencia creadora...


Sino más bien todo lo contrario, la “excitación” de un deseo que es inducido a querer nutrirse -hasta el empacho- de tantas cosas que uno, llegado el caso, no sabe cuál preferir; y que, para colmo, aún siendo tantas, ellas solas, sin nada de lo que ser su vistosa guarnición, calman el apetito provisoriamente, pero raramente alimentan.


En no poca medida, uno de los secretos de la educación está en el "subsuelo", en el entramado de donde nace la voluntad del alumno, en la urdimbre en donde se hilan las ansias que harán tender su voluntad hacia una u otra clase de pleonexía: hacia la que humaniza o hacia la que deshumaniza.

Dicho todo esto con palabras de nuestro Ideario: se trata de crearles aficiones, de suscitarles gustos… Entonces, cuando la voluntad ha sido así de artesanalmente labrada, la formación, aun requiriendo no poca autoexigencia, no será una pesada losa que cae sobre el alumno y lo oprime.


La clave, pues, se encuentra en una voluntad "afectada" de pleonexía, pero de la que hace aspirar a la verdad, la belleza y la bondad. Lo demás vendrá por sí solo.



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